lunes, 18 de diciembre de 2023

LA NAVIDAD EN EL TALLER LITERARIO Y ARTÍSTICO DE EL MIRADOR DE GRANADA

 El sábado 16 de diciembre, tuvimos un taller literario y artístico muy especial. Lo incluimos en la sección de Sesiones literarias del blog Literario y artístico de El mirador de Granada. Anduvimos indagando las influencias navideñas en la literatura en lengua española y ofrecimos algún texto y algunos poemas que ahora reproducimos en este post. Antes  dimos algunos apuntes sobre el momento en el que se recoge tan señaladas fiestas y aludimos algún que otro aspecto simbólico de interés y que también ofrecemos en esta entrada singular. Que tengáis unas felices y sosegadas Fiestas.


LA NAVIDAD EN EL TALLER LITERARIO

 Y ARTÍSTICO DE EL MIRADOR DE GRANADA






NOCIONES SIMBÓLICAS ELEMENTALES DE LA NATIVITAS



La nativitas cristiana (nacimiento) o Navidad está colmada de una riquísima simbología que trasciende la de las propias figuras que componen el tradicional Belén donde se llega, por estas fechas, con ilusión y gracia a conformarse en su característica singularidad y cordialísimo esplendor. La navidad, en sus distintas vertientes celebrativas cristianas (católica, protestante, anglicana u ortodoxa) tienen todas en cualquier caso el motivo del nacimiento (de Cristo, se entiende).

Si bien ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento existen registros de la fecha del Nacimiento de Cristo, la fecha cercana al solsticio 21 de diciembre -25-, puede que tenga mucho que significar en la elección de esta data, si desde la antigüedad tuvo grande importancia, y aunque la fecha del 25 de diciembre fue adaptada siglos después por la Iglesia con argumentos varios. Lo interesante desde el punto de vista simbólico es el que abre la fase ascendente del ciclo anual, si el del verano representa el descenso, y en la decoración arquitectónica grecolatina se exponía con el dios bifronte Jano en las puertas solsticiales.

En cualquier caso, el gozo que representa la fase luminosa de la puerta invernal que abre el ciclo de la luz ascendiendo, y que la estival representa la del oscurecimiento o decrecimiento de la luz, a mi juicio no es casual y que el nacimiento de Cristo se tuviese a bien situarlo en esa etapa cíclica de crecimiento de la luz, y de todas las numerosas relaciones de Cristo con el sol como fuente primordial de luz, y todo el complejo, nutrido y prolijo despliegue simbólico de esta.

Así, la luz propicia al despliegue de este momento soltsicial es símbolo del espíritu, de ahí que la iluminación se entienda desde una óptica psicológica como la adquisición de la conciencia de un centro de luz y por tanto de fuerza espiritual (Cirlot. J.E.). Sin entrar en las inevitables relaciones de la luz con las sombras, la luz simboliza el conocimiento que ilumina a través del espíritu. También esta natividad soltiscial simboliza la luz primordial que se identifica con el verbo (Juan 1,9) que viene a significar la radiación del sol espiritual que es el verdadero corazón del mundo.

Estas son solo unas muy breves aproximaciones al profundo significado simbólico que encierra el término de Navidad que, desde luego, ora está mucho más allá de las convenciones que con buena fe se han imbricado a las tradiciones de occidente, ora, fuera del ruido consumista que obnubila lo más granado de este momento soltiscial, ora, por el interés institucional secular o religioso de lo que en verdad la Navidad encierra. 

 Así lo demuestran las manifestaciones literarias, poéticas y artísticas de prácticamente todos los tiempos en occidente. Haremos un puntual, breve y aleatorio recorrido para tratar de imbuir a nuestros oyentes de esa sabiduría genuina y profunda que ha inspirado a tantos escritores, poetas y artistas.






ALGUNOS EJEMPLOS DE TEXTOS Y POEMAS DE INSPIRACIÓN NAVIDEÑA


BETHLEHEM sube por dos alcores de laderas plantadas. Tiene una claridad fresca, nítida, salina; una blancura de vallados, de cenáculos, de cisternas, de sepulcros y hornos. Sus viviendas se cuajan de sol como las celdillas de las mazorcas y de los panales.

El cielo de su lado recibe un vaho de cal de las rampas y casas. Parece que exhale una pulverización de molino harinero. Tierno, juvenil, luminoso, está desvalido en las torvas soledades de los montes de Judá.

Bethlehem se ha quedado solo en su alegría y su gracia aldeana. Le rodea una tierra huesuda y convulsa. Sobre sus terrados y vergeles, respira la boca amarga y llameante del desierto; pasa el aletazo caliente del siroco, el gâdim de la Biblia.

De las bóvedas de los muros, de los portales del «Karvan»-parador y corral de caravanas y ganados-, del júbilo del ejido y de los huertos, salen las sendas impetuosas y joviales, pero se van desollando y hundiendo, trocándose en torrentes areniscos, en «wadis» y ramblas; desaparecen en las quebradas y losas. Los montes se rasgan en una hoz; el silencio cría su ámbito; es como una destilación de tiempo inmóvil. Y las sendas de Bethlehem, aunque se rompan y se cieguen, no dejan su jornada: renacen más lejos, brincando desnudas. Semejan esperar al caminante; Y le miran y le sonríen convidándole a seguir. Tornan a su retozo, y se tuercen como si se volviesen para saber si el hombre se fía de su promesa. Su promesa será llevarle a una porción agrícola: la viña y las higueras que se agarran a una cuesta calcárea, recogida y tibia; los escalones de bancales de cebada y avena: con márgenes de pedernal para que el terrazgo no se derrumbe; un valle, tierno entre lo abrupto; una meseta labrada; un redil en el frescor del pasto; un cañaveral, unas palmas y un pozo que, al removerle la piedra que lo cubre, se queda resonando de onda en onda y abre su mirada trémula y azul...

Donde haya un rodal hospitalario para el cultivo, allí cavará obstinadamente el azadón israelita; la uña de la reja penetrará hasta que toque la roca; la besana se plegará en la ladera dejándole su esfuerzo y su paz.

De sus mismos enemigos recoge el israelita las enseñanzas de labrador. Mientras cuece ladrillos para los faraones en la tierra empapada de Gessén, aprende el cuidado primoroso de los huertos: trae a su casa los métodos rurales de Cannan; y las familias que queden del cautiverio de Babilonia y vuelvan al «país», proseguirán el trabajo mejorando la heredad abandonada. Porque Jehová es el Señor Dios que legisla todo lo de su pueblo escogido, desde la santidad del rito a la salud de su criatura y el producto de su labranza. Es el dueño de la tierra suya sobre todas las que ha criado; ama sus frutos; quiere la primicia de la cosecha. Por eso las fiestas de su altar vienen aparejadas con la plenitud de los bancales, en los días que huelen a madurez, a trojos en colmo, el olor suave y honrado que llega a Isaac cuando bendice a Jacob: «He aquí el olor de mi hijo como el olor de un campo lleno al que ha ben· decido el Señor.»

En la «Schema» o «escucha» de la plegaria matinal, el judío invoca a Jehová como Dios agrícola que «cuenta las nubes y cuelga las urnas de las aguas», que «tiene El solo la llave de las lluvias y no las cede ni a los ángeles», «que extiende el cielo como una piel; riega los montes; sacia la tierra de sus obras; da al hombre el pan que le alimenta, el vino que corrobora su corazón, el aceite que hace relucir su rostro y el heno que pasturan las bestias»...

«Casa de pan», lugar de abundancia, era Bethlehem.

Se apeldañan los huertos, de un cultivo denso y primoroso, como paños bordados en realce.

En su bordal de tierra junta el bethlemita toda la variedad de legumbres y frutales. Cría planteles de cebollas, fríjoles, berzas, endibias, lechugas, chalotes, badeas, escalonas, guisantes, habas y cohombros. Brotan en lo umbrío los hongos y el jenable. Las sandías se revuelcan en suelos apacibles. Por los ribazos y bardas, se cuelgan las calabaceras, las de la cidracayote y las de calabazón angosto y encarnado que resue· na como un odre. Crecen los membrillos espalderos, los granadas, los bergamotas, los almendros. Las vides tejen con la higuera el toldo que acoge las amistades. Las márgenes y linderos se ahogan bajo la convulsión de las hordas de los chumbos. Se recortan las grises espadas de las pitas, de liseras carnosas. Suben al azul los girasoles doblando sus panes redondos de flor dorada. Cada hortal tiene su torre de piedra cruda para el guarda, y una horca de leños que, al combarlos, sumergen la herrada en el agua dormida y somera del pozo, y vierten el riego atirantándose con un zumbido de arco.

Después de los vergeles, las tierras llevan olivar, viña, mijo, centeno, cebadales.. _, y en los campos segados y en la hierba de la senara, tocan las esquilas de los corderos de Bethlehem.


Gabriel Miró

Fragmento de Figuras de Bethlehem









El hermano Longinos de Santa María era la perla del convento. Perla es decir poco, para el caso; era un estuche, una riqueza, un algo incomparable e inencontrable: lo mismo ayudaba al docto fray Benito en sus copias, distinguiéndose en ornar de mayúsculas los manuscritos, como en la cocina hacía exhalar suaves olores a la fritanga permitida después del tiempo de ayuno; así servía de sacristán, como cultivaba las legumbres del huerto; y en maitines o vísperas, su hermosa voz de sochantre resonaba armoniosamente bajo la techumbre de la capilla. Mas su mayor mérito consistía en su maravilloso don musical; en sus manos, en sus ilustres manos de organista. Ninguno entre toda la comunidad conocía como él aquel sonoro instrumento del cual hacía brotar las notas como bandadas de aves melodiosas; ninguno como él acompañaba, como poseído por un celestial espíritu, las prosas y los himnos, y las voces sagradas del canto llano. Su eminencia el cardenal -que había visitado el convento en un día inolvidable- había bendecido al hermano, primero, abrazádole enseguida, y por último díchole una elogiosa frase latina, después de oírle tocar. Todo lo que en el hermano Longinos resaltaba, estaba iluminado por la más amable sencillez y la más inocente alegría. Cuando estaba en alguna labor, tenía siempre un himno en los labios, como sus hermanos los pajaritos de Dios. Y cuando volvía, con su alforja llena de limosnas, taloneando a la borrica, sudoroso bajo el sol, en su cara se veía un tan dulce resplandor de jovialidad, que los campesinos salían a las puertas de sus casas, saludándole, llamándole hacia ellos: “¡Eh!, venid acá, hermano Longinos, y tomaréis un buen vaso…”. Su cara la podéis ver en una tabla que se conserva en la abadía; bajo una frente noble dos ojos humildes y oscuros, la nariz un tantico levantada, en una ingenua expresión de picardía infantil, y en la boca entreabierta, la más bondadosa de las sonrisas.

Avino, pues, que un día de Navidad, Longinos fuese a la próxima aldea…; pero ¿no os he dicho nada del convento? El cual estaba situado cerca de una aldea de labradores, no muy distante de una vasta floresta, en donde, antes de la fundación del monasterio, había cenáculos de hechiceros, reuniones de hadas, y de silfos, y otras tantas cosas que favorece el poder del Bajísimo, de quien Dios nos guarde. Los vientos del cielo llevaban desde el santo edificio monacal, en la quietud de las noches o en los serenos crepúsculos, ecos misteriosos, grandes temblores sonoros…, era el órgano de Longinos que, acompañando la voz de sus hermanos en Cristo, lanzaba sus clamores benditos. Fue, pues, en un día de Navidad, y en la aldea, cuando el buen hermano se dio una palmada en la frente y exclamó, lleno de susto, impulsando a su caballería paciente y filosófica:

–¡Desgraciado de mí! ¡Si mereceré triplicar los cilicios y ponerme por toda la vida a pan y agua! ¡Cómo estarán aguardándome en el monasterio!

Era ya entrada la noche, y el religioso, después de santiguarse, se encaminó por la vía de su convento. Las sombras invadieron la Tierra. No se veía ya el villorrio; y la montaña, negra en medio de la noche, se veía semejante a una titánica fortaleza en que habitasen gigantes y demonios.

Y fue el caso que Longinos, anda que te anda, pater y ave tras pater y ave, advirtió con sorpresa que la senda que seguía la pollina no era la misma de siempre. Con lágrimas en los ojos alzó estos al cielo, pidiéndole misericordia al Todopoderoso, cuando percibió en la oscuridad del firmamento una hermosa estrella, una hermosa estrella de color de oro, que caminaba junto con él, enviando a la tierra un delicado chorro de luz que servía de guía y de antorcha. Diole gracias al Señor por aquella maravilla, y a poco trecho, como en otro tiempo la del profeta Balaam, su cabalgadura se resistió a seguir adelante, y le dijo con clara voz de hombre mortal: ‘Considérate feliz, hermano Longinos, pues por tus virtudes has sido señalado para un premio portentoso.’ No bien había acabado de oír esto, cuando sintió un ruido, y una oleada de exquisitos aromas. Y vio venir por el mismo camino que él seguía, y guiados por la estrella que él acababa de admirar, a tres señores espléndidamente ataviados. Todos tres tenían porte e insignias reales. El delantero era rubio como el ángel Azrael; su cabellera larga se esparcía sobre sus hombros, bajo una mitra de oro constelada de piedras preciosas; su barba entretejida con perlas e hilos de oro resplandecía sobre su pecho; iba cubierto con un manto en donde estaban bordados, de riquísima manera, aves peregrinas y signos del zodiaco. Era el rey Gaspar, caballero en un bello caballo blanco. El otro, de cabellera negra, ojos también negros y profundamente brillantes, rostro semejante a los que se ven en los bajos relieves asirios, ceñía su frente con una magnífica diadema, vestía vestidos de incalculable precio, era un tanto viejo, y hubiérase dicho de él, con sólo mirarle, ser el monarca de un país misterioso y opulento, del centro de la tierra de Asia. Era el rey Baltasar y llevaba un collar de gemas cabalístico que terminaba en un sol de fuegos de diamantes. Iba sobre un camello caparazonado y adornado al modo de Oriente. El tercero era de rostro negro y miraba con singular aire de majestad; formábanle un resplandor los rubíes y esmeraldas de su turbante. Como el más soberbio príncipe de un cuento, iba en una labrada silla de marfil y oro sobre un elefante. Era el rey Melchor. Pasaron sus majestades y tras el elefante del rey Melchor, con un no usado trotecito, la borrica del hermano Longinos, quien, lleno de mística complacencia, desgranaba las cuentas de su largo rosario.

Y sucedió que –tal como en los días del cruel Herodes– los tres coronados magos, guiados por la estrella divina, llegaron a un pesebre, en donde, como lo pintan los pintores, estaba la reina María, el santo señor José y el Dios recién nacido. Y cerca, la mula y el buey, que entibian con el calor sano de su aliento el aire frío de la noche. Baltasar, postrado, descorrió junto al niño un saco de perlas y de piedras preciosas y de polvo de oro; Gaspar en jarras doradas ofreció los más raros ungüentos; Melchor hizo su ofrenda de incienso, de marfiles y de diamantes…

Entonces, desde el fondo de su corazón, Longinos, el buen hermano Longinos, dijo al niño que sonreía:
–Señor, yo soy un pobre siervo tuyo que en su convento te sirve como puede. ¿Qué te voy a ofrecer yo, triste de mí? ¿Qué riquezas tengo, qué perfumes, qué perlas y qué diamantes? Toma, señor, mis lágrimas y mis oraciones, que es todo lo que puedo ofrendarte.

Y he aquí que los reyes de Oriente vieron brotar de los labios de Longinos las rosas de sus oraciones, cuyo olor superaba a todos los ungüentos y resinas; y caer de sus ojos copiosísimas lágrimas que se convertían en los más radiosos diamantes por obra de la superior magia del amor y de la fe; todo esto en tanto que se oía el eco de un coro de pastores en la tierra y la melodía de un coro de ángeles sobre el techo del pesebre.
Entre tanto, en el convento había la mayor desolación. Era llegada la hora del oficio. La nave de la capilla estaba iluminada por las llamas de los cirios. El abad estaba en su sitial, afligido, con su capa de ceremonia. Los frailes, la comunidad entera, se miraban con sorprendida tristeza. ¿Qué desgracia habrá acontecido al buen hermano?

¿Por qué no ha vuelto de la aldea? Y es ya la hora del oficio, y todos están en su puesto, menos quien es gloria de su monasterio, el sencillo y sublime organista… ¿Quién se atreve a ocupar su lugar? Nadie. Ninguno sabe los secretos del teclado, ninguno tiene el don armonioso de Longinos. Y como ordena el prior que se proceda a la ceremonia, sin música, todos empiezan el canto dirigiéndose a Dios llenos de una vaga tristeza… De repente, en los momentos del himno, en que el órgano debía resonar… resonó, resonó como nunca; sus bajos eran sagrados truenos; sus trompetas, excelsas voces; sus tubos todos estaban como animados por una vida incomprensible y celestial. Los monjes cantaron, cantaron, llenos del fuego del milagro; y aquella Noche Buena, los campesinos oyeron que el viento llevaba desconocidas armonías del órgano conventual, de aquel órgano que parecía tocado por manos angélicas como las delicadas y puras de la gloriosa Cecilia…

El hermano Longinos de Santa María entregó su alma a Dios poco tiempo después; murió en olor de santidad. Su cuerpo se conserva aún incorrupto, enterrado bajo el coro de la capilla, en una tumba especial labrada en mármol.



Rubén Darío

Cuento de Noche Buena


POEMAS







ROMANCE DEL NACIMIENTO



Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,

que en sus brazos la traía,

al cual la graciosa Madre

en su pesebre ponía,

entre unos animales

que a la sazón allí había,

los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio

que entre tales dos había,

pero Dios en el pesebre

allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa

al desposorio traía,

y la Madre estaba en pasmo

de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía. 



San Juan de la Cruz


PARA NAVIDAD


Pues el amor

nos ha dado Dios,

ya no hay que temer,

muramos los dos.


Danos el Padre

a su único Hijo:

hoy viene al mundo

en pobre cortijo.

¡Oh gran regocijo,

que ya el hombre es Dios!

no hay que temer,

muramos los dos.


 Mira, Llorente

qué fuerte amorío,

viene el inocente

a padecer frío;

deja un señorío

en fin, como Dios,

ya no hay que temer,

muramos los dos.


 Pues ¿cómo, Pascual,

hizo esa franqueza,

que toma un sayal

dejando riqueza?

Mas quiere pobreza,

sigámosle nos;

pues ya viene hombre,

muramos los dos.


 Pues ¿qué le darán

por esta grandeza?

 Grandes azotes

con mucha crudeza.

 Oh, qué gran tristeza

será para nos:

si esto es verdad

muramos los dos.


 Pues ¿cómo se atreven

siendo Omnipotente?

¿Ha de ser muerto

de una mala gente?

 Pues si eso es, Llorente,

hurtémosle nos.

 ¿No ves que Él lo quiere?

muramos los dos.



Santa Teresa de Jesús



ZAGALEJO DE PERLAS


Zagalejo de perlas,
hijo del Alba,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?.
Como sois lucero
del alma mía,
al traer el día
nacéis primero;
pastor y cordero
sin choza y lana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?
Perlas en los ojos,
risa en la boca,
las almas provoca
a placer y enojos;
cabellitos rojos,
boca de grana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?
Que tenéis que hacer,
pastorcito santo,
madrugando tanto
lo dais a entender;
aunque vais a ver
disfrazado el alma,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana.



Lope de Vega



POEMA DE REYES


-Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina Estrella!

-Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
¡Y en el placer hay la melancolía!

-Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe Dios. Él es el grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la Muerte.

-Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.
Triunfa el amor y a su fiesta os convida.
¡Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la Vida!

Rubén Dario




JESÚS EL DULCE VIENE


Jesús, el dulce, viene…

Las noches huelen a romero…

¡Oh, qué pureza tiene

la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,

tienden la luz de sus cristales

insomnes en la sombra dura y fría…

Mas la celeste melodía

suena fuera…

Celeste primavera

que la nieve, al pasar, blanda, deshace,

y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace

esta vez en mi alma!



Juan Ramón Jiménez



ALGUIEN TE PREGUNTA


Alguien te pregunta
-lo estoy escuchando-:
¿Qué Navidad amas?

Aves grandes vuelan
con picos oscuros,
con alas nevadas.

Navidad querida
junto a la ribera
de mi mar de Málaga.

Niño, sol y conchas.
Y un girar de espumas
en la arena plácida.

La verdad vivía.
Nadie diga nunca:
la verdad se engaña.

La niñez sabía
con sabiduría
de cabeza blanca.

¡Oh, montañas puras
de corcho! y ¡oh, estrellas
de papel de plata!

La mano del niño
sapiente, un instante
del vidrio hacía agua.

Y mágicamente
descorría nubes
de algodón en rama.

Mano gigantesca
que en el “Nacimiento”
sin temblar tocaba,

transformaba, hacía,
construía; un día
fuerte derribaba.

El niño salía
después a la mar.
Desnudo, rodaba.


Vicente Aleixandre



PUES ANDÁIS LAS PALMAS



Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
Palmas de Belén
Que mueven, airados,
Los furiosos vientos
Que suenan tanto,
No le hagáis ruido,
Corred más paso;
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
El Niño divino,
Que está cansado
De llorar en la tierra
Por su descanso,
Sosegar quiere un poco
Del tierno llanto;
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
Rigurosos hielos
Le están cercando;
Ya veis que no tengo
Con qué guardarlo;
Ángeles divinos,
Que vais volando,
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos.


Claudio Rodríguez





EXPECTACIÓN DE MARÍA
ANTES DEL NACIMIENTO




Quedóse quieta.
Ya nanas por las sienes,
linos entre las manos,
¡qué no levante el cierzo!
El hálito azorado, al no saber
unción de tanta dicha:
¿Cómo se mira a Dios sobre el regazo?



Rosaura Álvarez




ÁNGEL DE LA PAZ



ARDE el arrabal.
Niños de la guerra
vienen a llevar
a un ángel herido
agua, leche y pan.

   Ángel de bondad
sus alas extiende
de amor fraternal
y a los niños toma
dulce aletear.

   Sangre de cristal
por la herida mana
que los niños van
secando al muy triste
ángel de la paz.

   Arde el arrabal.
Niños de la guerra
van, vienen y van
al ángel herido
a llevar un poco
de agua, leche y pan.






Francisco Acuyo










miércoles, 6 de diciembre de 2023

LA ARTISTA LAURA LINARES EN EL TALLER LITERARIO Y ARTÍSTICO DE EL MIRADOR DE GRANADA

Ofrecemos un nuevo post para la sección Autores y artistas de El mirador, del blog de El taller literario y artístico de El mirador de Granada, en esta ocasión con la artista Laura Linares, extraordinaria acuarelista y humanísima persona, que nos deleitó con su presencia y sabiduría creativa el sábado día 2 de diciembre del presente año.




LA ARTISTA LAURA LINARES 

EN EL TALLER LITERARIO Y ARTÍSTICO DE

 EL MIRADOR DE GRANADA








Este sábado 2 de diciembre nos acompañó Laura linares en el Taller Literario y Artístico de El mirador de Granada. Laura Linares, artista plástica singular, malagueña de nacimiento y ya granadina de adopción, que nos habló de las excelencias terapéuticas de las artes plásticas en primera persona, comentando cómo el ejercicio creativo a través de sus pinturas era y es un puntal fundamental para su equilibrio físico y psíquico.  Departió con todos los presentes sus ricos conocimientos sobre diferentes técnicas plásticas aplicadas a la pintura, centrándose en la que, según nos comentaba, se encontraba más a su gusto: la acuarela.

    Diestra en la difícil técnica de la acuarela, nos ofreció una muestra amplia de su trabajo, donde la figura y el retrato iban a tener una especial relevancia. Pudimos constatar cómo el complicado arte del retrato es aún más difícil en el ámbito de la técnica acuarelista. Explicó obra suya expuesta en diferentes exposiciones y en la publicación de la preciosa edición titulada Retratos de fuego sobre el agua, editada por Entorno Gráfico Ediciones, con poemas de Francisco Acuyo, y que tuvo lugar con motivo del primer centenario del Concurso de Canto Jondo, y que con este motivo se hizo la espléndida exposición de su obra en el Carmen de La Fundación Agua Granada, en el Albaicín.

    Nos ilustró sobre su pintura de manera singular, hablando de relato en el conjunto de cada exposición, individual o colectiva, que hasta la fecha había tenido lugar en sitios, entre los más recientes el ya enunciado de Fundación de Aguas Granada o la de El centro artístico de Granada, relato o narración decía, porque para Laura cada obra contenía una historia que, al final, se vería plasmada en cada cuadro, pintura por tanto de contenidos profundos y enriquecedores  para cualquier alma sensible, Ofrecemos aquí una pequeña muestra. También algún enlace dónde podremos ver y  oír a nuestra querida y muy admirada artista.




























LA DECLAMACIÓN

  Traemos para la sección de Sesiones artísticas del blog de El mirador de Granada una nueva entrada que está centrada en el último tall...